El primer ensayo que leí del bloque es el de Flusser: un ensayo sobre los ensayos, es decir: sobre los estilos. En particular se enfoca en los de tipo erudito. Compara el estilo académico y el estilo vivo. El primero es mucho más despersonalizado, mientras que el segundo tiende a ser más cercano a lo propio del autor. Se refiere a los ensayos de tipo académico como ‘tratados’, que vendrían a ser trabajos de un estilo más formal.
Dice Flusser que en la elección del estilo no solo se ve afectada la forma, sino también todo el contenido. Trata de demostrar que una diferente manera de presentar un pensamiento implica una diferente manera de pensar: que el estilo da la forma.
Lo que observé en este ensayo es la habilidad del autor para defender su hipótesis, mediante argumentos inteligentes. Él mismo ofrece algunos contraejemplos, a modo de demostrar que existen algunos casos en los cuales los estilos no se pueden encasillar tan fácilmente.
Es interesante su planteo sobre la importancia de elegir a la hora de plantear un problema, el estilo. Afirma que el estilo académico no es espontáneo, sino deliberado. Asume la responsabilidad de la validez del argumento y reduce la responsabilidad del autor.
Me puse a pensar que a mí me va a tocar eso: voy a escribir un ensayo, ¿Qué estilo debo elegir? Por un lado es académico, porque sin duda es un trabajo para una materia universitaria. Pero por otro lado, sería un trabajo de reflexión personal y deberá tener decisiones, arriesgar planteos, desarrollar hipótesis propias. Flusser, al referirse a un estilo vivo, inmediatamente me lleva a equiparar el estilo académico con lo muerto. Y lo muerto se asocia fácilmente con lo aburrido, frío, poco original. Un estilo arriesgado es siempre más interesante: un estilo más personal es lo adecuado. El tema del ensayo se va tornando propio: uno es el ensayo. Y a esto se refiere Flusser con el riesgo que se corre al elegir este estilo.
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De los ensayos de Italo Calvino disfruté mucho el primero: Colección de Arena. No parece ser un ensayo, más bien se asemeja a una crónica literaria. Lleva a la reflexión.. El autor se deja llevar por sus pensamientos. Comienza a atribuirle sentido a las colecciones que observa en la exposición. A pesar de no se asemeje, hay varios indicios que nos demuestra que este texto es un ensayo. Hay una idea, un planteo: una hipótesis.
“La fascinación de una colección reside en lo que revela y en lo que oculta del impulso secreto que la ha motivado”. Las reflexiones de Italo Calvino parten del procedimiento mental que implican.
Algo así ocurre con la escritura. El deseo (consciente o inconsciente) de dejar materializados nuestros pensamientos. Guardar nuestras ideas, plasmarlas en papel. Como aquellas personas que escriben un diario íntimo. Como nosotros mismos, los alumnos del seminario, cuando trabajamos con el diario de escritor. Lo que hago en este preciso instante. Reducir lo que uno piensa a unas cuantas letras sobre una hoja de papel. Todo se relaciona. La colección de arena es una analogía de la vida.
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Me gusta el ensayo “Mirar” de Berger, en particular el primero (lo mismo que me sucedió con el de Italo Calvino). Me gusta porque me da la impresión de que el autor realmente se dedicó a investigar el tema, ya que se puede comprobar en su manera de escribir, que el tema le interesa profundamente.
El análisis preciso que hace de las fotografías, las conclusiones que saca, nos muestran su capacidad de conectar elementos que no son fáciles de asociar.
En el ensayo leí la palabra ‘estereotipos’ e inmediatamente la asocié al tema de mi ensayo. Probablemente esa palabra esté incluida en mi trabajo. Me hace reflexionar sobre los estereotipos de los escritores: generalmente pensamos que son personas iluminadas, que cuentan con musas inspiradoras, son gente especial, única: diferente. ¿Pero esto será realmente así? ¿No todos podemos ser escritores?
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Hoy leí el capítulo cuatro del libro de Alvarado y Yeannoteguy. Básicamente lo que explican es que el discurso argumentativo tiene por finalidad persuadir a sus interlocutores. Al escribir un ensayo, lo que importa es convencer a los lectores de que nuestras propuestas son válidas.
Es interesante en el capítulo, la aclaración de por qué cuando se trata la argumentación, se habla de orador y auditorio. Hay una construcción imaginaria de un debate. Yo escribo imaginando que aquel que lea mi ensayo me plantee dudas u objeciones. Por lo tanto deberé prevenirme y brindar yo misma posibles objeciones a mi hipótesis y defender mí idea.
Protágoras sostenía que la excelencia del decir tiene, en si misma, una eficacia demostrativa capaz de transformar el discurso más débil en el más eficiente. Lo que debo hacer, por lo tanto, es fortalecer mi discurso, mediante recursos que sean difíciles de objetar. El problema que yo planteo (si todos pueden escribir, si todos pueden llegar a ser escritores) es controversial. Partiendo de dos puntos de vista sobre el arte de la escritura (Capote y Cassany) voy a plantear mi propia posición al respecto. Mi intención es ser clara y contundente. Me resultó atractiva la idea de incluir en el epígrafe de mi ensayo, dos citas de esos dos escritores que mencioné más arriba, ya que son dos extremos opuestos del problema que planteo.
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