miércoles, 10 de diciembre de 2008

Reflexión final

El final del cuatrimestre llegó, y me encontró como al principio: rodeada de apuntes, libros, fotocopias y hojas sueltas llenas de notas. Pero solo en apariencia todo era igual que al comenzar la cursada. Hace unos días ya, antes de ponerme a redactar esta reflexión, me puse a pensar que realmente fue un proceso largo pero que valió la pena. Siento que aprendí mucho del proceso que conlleva la escritura. Seguir el ritmo de las lecturas, hacer notas de lector, escribir los bloques, entregarlos a tiempo, buscar información, releer mis propios textos, todo esto me sirvió como práctica. El hecho de descubrir formas nuevas hizo que me sea interesante seguir leyendo y escribiendo.
Fue un proceso largo, eso si. Quizás en ocasiones se tornaba frustrante tener tanto para leer, pero ya a esta altura, me acostumbre a esa sensación de agobio por los textos. La universidad nos deja con esa impresión desde los primeros días.
A mí me encanta escribir, sin embargo, en algunas ocasiones sentía que era muy difícil expresarme con sinceridad en mis escritos. Por momentos percibí que no podía despegarme de lo estructurado. Lo que más me costó fue escribir los cuentos partiendo de los papelitos con datos que nos intercambiamos entre los compañeros. Eso me llamó mucho la atención, porque a mí siempre me había gustado mucho escribir cuentos, pero esta vez, al no ser completamente libre la elección de los componentes de mi historia, me sentí como limitada. Si bien era un buen ejercicio, y me demostró que se puede escribir una historia partiendo de cualquier cosa, a mi no me gustó demasiado.
Básicamente eso fue lo único que siento que no me sirvió, porque lo demás realmente me fue útil. En especial el bloque crónica, que fue mi favorito. Me encanto escribir la crónica cultural, disfruté mucho yendo al teatro y tomando notas de todo lo que veía: me sentí una verdadera periodista, quedé muy satisfecha con el resultado.
El seminario es un laboratorio donde se experimenta con la escritura. Empezamos probando cosas nuevas, mezclando géneros, pensando variantes, y estas acciones nos ayudan a romper con esa idea de la literatura como un campo en el cual no todos son bienvenidos. Porque esto no es así. A pesar del cansancio por las lecturas, la falta de inspiración a veces y alguna que otra frustración al no encontrar un tema que nos parezca adecuado para escribir, el camino recorrido valió la pena. Me llevo mi carpeta con las hojas colmadas de reflexiones, ideas, pensamientos y la sensación de encontrar (felizmente) en las páginas que la calidad de lo que escribo ha ido mejorando.


◘Carolina Navarro◘

jueves, 4 de diciembre de 2008

Ensayo: Escribir es trabajar

Me divertía muchísimo, al principio. Dejé de divertirme cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y mal, y luego hice un descubrimiento más alarmante aún: la diferencia entre escribir bien y el verdadero arte. Una diferencia sutil, pero feroz. (...) Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación

Truman Capote

Confieso que me gusta escribir y que me lo paso bien escribiendo. Me resisto a creer que nací con este don especial. Al contrario, me gusta creer que he aprendido a usar la escritura y a divertirme escribiendo; que yo mismo he configurado mis gustos.

Daniel Cassany


Hay muchas preguntas que me invaden cuando escucho hablar de ‘el don’ que poseen algunas personas para la escritura. La intensión de este trabajo es reflexionar en torno a este tema. Me interesa comprobar que la escritura es para todos, y no solo para algunos que nacieron con un talento especial.

A pesar de lo que se suele pensar, escribir no consiste en volcar en un papel lo que uno piensa o trasvasar ideas sin elaborarlas previamente. No es solo eso. Daniel Cassany, en su libro “La cocina de la escritura” compara el proceso de escribir con el de cocinar. Esta original analogía resulta verdaderamente útil para poder entender que la escritura no es para unos pocos iluminados. El autor propone una guía de tono distendido que sirve a aquellos que desean mejorar sus habilidades como escritores. Ofrece una múltiple variedad de ejemplos y correcciones que favorecen a su rápida comprensión. Nos introduce a una cocina abierta para todos aquellos que se ven a sí mismos como aprendices de escritura.

Si nos enfocamos en autores como Capote, que opinan que la escritura es un don otorgado divinamente, nos es lógico pensar que la escritura no es para todos. Yo no estoy de acuerdo con esa noción. Creo que alguien puede ser un buen escritor, sin importar el talento que posea, o si tiene o no un don especial. Creo que la escritura se puede aprender, es un proceso donde aquel que recorre el camino toma conciencia de sus propias facultades.

Es difícil lograr concientizarse del trabajo que conlleva la escritura. Tomemos como ejemplo un seminario de escritura. En un ámbito como ese, cada persona que participa, expone sus capacidades y dificultades. Explora la variedad de estilos y gracias a esto, se redefine su propia manera de escribir. A medida que avanza su entrenamiento, va adquiriendo habilidades que en un primer momento no poseía. Conoce más sobre si mismo, descubre sus propios puntos fuertes. Y, cuando el seminario de escritura se termina, los alumnos se llevan no solo los productos, sino una caja de herramienta de la cual pueden valerse para seguir de ahí en más.
Un seminario de escritura es como la cocina, coincido con Cassany. Analicemos las similitudes: en ambos sitios, se busca un aprendizaje, mediante la práctica intensiva de una actividad. Tanto en el seminario como en la cocina, lo que se realiza (escritos o platos, según el caso), implica una elaboración. Así como un chef puede enseñarle a sus alumnos los secretos ‘para cocinar bien’, Cassany nos ofrece una receta para aprender a escribir de manera correcta. En estos dos ámbitos, como es de esperarse, hay dificultades que nos esperan. Por este motivo, antes de emprender la tarea, debemos formular objetivos sensatos, dependiendo de las capacidades y el interés de cada uno. Algunos saben más que otros, algunos tienen mayor habilidad, pero esto no significa que aquellos a los cuales se les hace más dificultosa la actividad, no puedan ir aprendiendo de a poco a escribir con mayor facilidad. Si bien es cierto que no todos los que intentan logran su objetivo, esto no significa que la escritura sea un campo inhospitalario para aquellos que no sean expertos.
Según Cassany, aprender a escribir es un proceso, en el cual el objetivo presente es mejorar las aptitudes, las habilidades y actitudes. Para acompañar este proceso, resulta útil una herramienta como la del diario de escritor. Mediante este recurso, se puede adquirir una conciencia real de los avances en el camino hacia una buena escritura. Al mismo tiempo, se logra construir una autonomía en la persona que escribe, ya que puede desligarse de otras ayudas externas para finalmente poder valerse de si mismo para trabajar sus ideas por escrito. Gracias al diario de escritor, se puede encontrar en las propias reflexiones y dudas que van surgiendo en el camino, ideas que podemos retomar en los escritos próximos. En el diario, el que escribe puede plantearse a si mismo el motivo que lo acerca a la escritura. Y la respuesta obtenida será una honesta revelación. Si se explicitan los problemas, se mejoran las habilidades. Escribir es una forma de autodescubrimiento: se consigue una manera distinta de interpretar los trabajos propios. Se adquiere una manera de ver los escritos propios con cierta distancia, que se asemeja al modo en que leemos otros autores. Y es esta visión la que nos hace romper con la inseguridad para arriesgar nuevas estrategias.
Me gusta la idea de comparar un taller de escritura con la cocina. Como he dicho anteriormente, en ese lugar, uno expone habilidades y dificultades. Hay quien posee talento innato para expresarse y hay quienes deben valerse de un enorme esfuerzo para conseguir plasmar sus escritos tal como los piensan. Pero al igual que en la cocina, todos pueden lograr mejorar sus capacidades, siempre y cuando se esmeren en conseguirlo. Es una tarea ardua y constante. La perseverancia en el trabajo hace la perfección. No se trata solo de inspiración, la escritura es también (y más que nada) fruto del trabajo. Como dijo el genial Thomas Alva Edison: El genio es uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento transpiración.

Bibliografía:
CAPOTE, Truman, Música para camaleones, Emecé, Buenos Aires, 1981.
CASSANY, Daniel, La cocina de la escritura, Anagrama, Barcelona, 1995.
CASSANY, Daniel, “Leer como escritor”, en Describir el escribir: cómo se aprende a escribir, Paidós, Barcelona, 1993.

diario de escritor (a)

El primer ensayo que leí del bloque es el de Flusser: un ensayo sobre los ensayos, es decir: sobre los estilos. En particular se enfoca en los de tipo erudito. Compara el estilo académico y el estilo vivo. El primero es mucho más despersonalizado, mientras que el segundo tiende a ser más cercano a lo propio del autor. Se refiere a los ensayos de tipo académico como ‘tratados’, que vendrían a ser trabajos de un estilo más formal.

Dice Flusser que en la elección del estilo no solo se ve afectada la forma, sino también todo el contenido. Trata de demostrar que una diferente manera de presentar un pensamiento implica una diferente manera de pensar: que el estilo da la forma.

Lo que observé en este ensayo es la habilidad del autor para defender su hipótesis, mediante argumentos inteligentes. Él mismo ofrece algunos contraejemplos, a modo de demostrar que existen algunos casos en los cuales los estilos no se pueden encasillar tan fácilmente.

Es interesante su planteo sobre la importancia de elegir a la hora de plantear un problema, el estilo. Afirma que el estilo académico no es espontáneo, sino deliberado. Asume la responsabilidad de la validez del argumento y reduce la responsabilidad del autor.

Me puse a pensar que a mí me va a tocar eso: voy a escribir un ensayo, ¿Qué estilo debo elegir? Por un lado es académico, porque sin duda es un trabajo para una materia universitaria. Pero por otro lado, sería un trabajo de reflexión personal y deberá tener decisiones, arriesgar planteos, desarrollar hipótesis propias. Flusser, al referirse a un estilo vivo, inmediatamente me lleva a equiparar el estilo académico con lo muerto. Y lo muerto se asocia fácilmente con lo aburrido, frío, poco original. Un estilo arriesgado es siempre más interesante: un estilo más personal es lo adecuado. El tema del ensayo se va tornando propio: uno es el ensayo. Y a esto se refiere Flusser con el riesgo que se corre al elegir este estilo.

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De los ensayos de Italo Calvino disfruté mucho el primero: Colección de Arena. No parece ser un ensayo, más bien se asemeja a una crónica literaria. Lleva a la reflexión.. El autor se deja llevar por sus pensamientos. Comienza a atribuirle sentido a las colecciones que observa en la exposición. A pesar de no se asemeje, hay varios indicios que nos demuestra que este texto es un ensayo. Hay una idea, un planteo: una hipótesis.

“La fascinación de una colección reside en lo que revela y en lo que oculta del impulso secreto que la ha motivado”. Las reflexiones de Italo Calvino parten del procedimiento mental que implican.

Algo así ocurre con la escritura. El deseo (consciente o inconsciente) de dejar materializados nuestros pensamientos. Guardar nuestras ideas, plasmarlas en papel. Como aquellas personas que escriben un diario íntimo. Como nosotros mismos, los alumnos del seminario, cuando trabajamos con el diario de escritor. Lo que hago en este preciso instante. Reducir lo que uno piensa a unas cuantas letras sobre una hoja de papel. Todo se relaciona. La colección de arena es una analogía de la vida.

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Me gusta el ensayo “Mirar” de Berger, en particular el primero (lo mismo que me sucedió con el de Italo Calvino). Me gusta porque me da la impresión de que el autor realmente se dedicó a investigar el tema, ya que se puede comprobar en su manera de escribir, que el tema le interesa profundamente.

El análisis preciso que hace de las fotografías, las conclusiones que saca, nos muestran su capacidad de conectar elementos que no son fáciles de asociar.

En el ensayo leí la palabra ‘estereotipos’ e inmediatamente la asocié al tema de mi ensayo. Probablemente esa palabra esté incluida en mi trabajo. Me hace reflexionar sobre los estereotipos de los escritores: generalmente pensamos que son personas iluminadas, que cuentan con musas inspiradoras, son gente especial, única: diferente. ¿Pero esto será realmente así? ¿No todos podemos ser escritores?

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Hoy leí el capítulo cuatro del libro de Alvarado y Yeannoteguy. Básicamente lo que explican es que el discurso argumentativo tiene por finalidad persuadir a sus interlocutores. Al escribir un ensayo, lo que importa es convencer a los lectores de que nuestras propuestas son válidas.

Es interesante en el capítulo, la aclaración de por qué cuando se trata la argumentación, se habla de orador y auditorio. Hay una construcción imaginaria de un debate. Yo escribo imaginando que aquel que lea mi ensayo me plantee dudas u objeciones. Por lo tanto deberé prevenirme y brindar yo misma posibles objeciones a mi hipótesis y defender mí idea.

Protágoras sostenía que la excelencia del decir tiene, en si misma, una eficacia demostrativa capaz de transformar el discurso más débil en el más eficiente. Lo que debo hacer, por lo tanto, es fortalecer mi discurso, mediante recursos que sean difíciles de objetar. El problema que yo planteo (si todos pueden escribir, si todos pueden llegar a ser escritores) es controversial. Partiendo de dos puntos de vista sobre el arte de la escritura (Capote y Cassany) voy a plantear mi propia posición al respecto. Mi intención es ser clara y contundente. Me resultó atractiva la idea de incluir en el epígrafe de mi ensayo, dos citas de esos dos escritores que mencioné más arriba, ya que son dos extremos opuestos del problema que planteo.

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miércoles, 3 de diciembre de 2008

Diario de escritor

Y llegó finalmente el momento de escribir el ensayo. Al principio me sentí un poco insegura respecto al tema que iba a elegir para desarrollar, pero luego de pensar varios días las posibilidades, decidí escribir un ensayo sobre la escritura. Me interesa reflexionar acerca de si se puede realmente aprender a escribir. ¿Se puede aprender a desarrollar esa actividad, así como se puede aprender a tocar un instrumento musical? ¿No hace falta nacer con un don especial?

Me interesa el tema, porque lo siento propio. Siempre me pregunte si realmente se puede mejorar la capacidad para escribir. Si hay posibilidades de que alguien que nunca tuvo un encuentro demasiado cercano con la escritura, pueda mejorar su relación con esa actividad.
Aquí, en este seminario de escritura he aprendido que la escritura se mejora si hay un trabajo constante. La practica hace la perfección, dijo alguien alguna vez.
Aunque sin duda, todos nos sentimos a veces frustrados, con ganas de tirar la toalla por no poder obtener el resultado que deseabamos, respecto a nuestros escritos. A veces el esfuerzo no rinde los frutos que esperabamos. Algunas personas simplemente no desean mejorar, porque es algo que no les interesa. Pero esto no quiere decir que la escritura es solo para unos pocos.
Todo depende de las ganas de escribir, de las ganas de expresar algo.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Cuento. Consigna: azar

Ironía

Yo tengo un sapo que se llama Pepe, que salta y salta por todo el jardín... salta y salta por todo el jardín. Ella, salta y salta por todo el jardín. El sol comienza a asomarse, ya las hojas de los árboles brillan y se retuercen con la dulce brisa matinal.

Mía tiene siete años. Corre y juega entre las flores de su gran patio. Peina los rubios cabellos de su muñeca y se divierte sola. Esta contenta y se nota. Hoy es el segundo día que pasa en Miramar. Siempre su familia elige ese destino cuando llegan las vacaciones. Un lugar tranquilo para alejarse de todo. Mía comienza a recoger pétalos de flores, hojas de diversas formas: planea hacerle una tarjeta a su padre que mañana cumpliría años.

Rodrigo Miguel Aranguren nació un diez de diciembre de 1950. Tuvo una dura infancia, criado solo por su madre. Su padre lo había abandonado a una temprana edad y nunca más supo nada de él. Marcado por esto, el señor Aranguren se prometió a si mismo cuidar de su hija hasta el final de sus días.

Los últimos diez años los transcurrió desempeñando el cargo de presidente de su propia compañía de automóviles. Aunque su verdadera vocación era ser abogado: recibió su título a los veintiún años. Durante su juventud vivía para sus estudios, siempre buscando superarse. Perseguía una finalidad sin fin. Desconocía el verdadero motivo que lo llevaba a buscar constantemente la perfección: no se perdonaba el más mínimo error. Era muy severo consigo mismo. Tal vez intentaba llenar el vacío que le dejó su padre, completar ese rastro incompleto.

Quizás era eso lo que lo hacía ser como era. Un eterno insatisfecho. Pero los últimos días no se sentía igual. Sentía que por su obsesión por el perfeccionismo estaba desperdiciando su tiempo.

Él siempre fue un hombre metódico, inseparable de su agenda, dejaba por escrito todo aquello que debía hacer. Desconfiaba de su memoria. Aranguren siempre cargaba su reloj pulsera. Un valioso reloj de exquisito diseño que compró cuando era joven. Ahorró meses y meses hasta juntar el dinero, atravesó varios empleos de distinto tipo, pero la satisfacción obtenida al haber conseguido lo que deseaba por sus propios medios valió todas y cada una de las horas de trabajo que empeñó en ello.

Aranguren siempre lograba obtener lo que quería. Era un hombre tenaz, implacable. Un hábil negociante: la retórica era su más poderosa aliada. Podía convencer a cualquiera de lo que sea. Fue esta habilidad la que sin duda lo llevó hacia el importante cargo que ocupaba.

Su mirada era fuerte. Sus rasgos aún se delineaban prolijamente a pesar de sus años. Era un hombre seductor. Su determinación y energía lo hacían irresistible a las mujeres que lo rodeaban. Sin embargo, él no se involucraba ya que prefería enfocar su energía a su carrera. A lo largo de su años fueron desfilando no muchas mujeres, pero todas ellas poseían una belleza cautivadora. Pero solo Mara fue quien supo entrar en su vida. Una mujer inteligente y sensible. Madura a pesar de su edad: era trece años menor que él. Logro seducirlo con su manera de ser, tan femenina y delicada. Su carácter era suave, mezclado con una dulce perversidad. Fue con ella con quien tuvo a Mía. Su primogénita poseía los mismos ojos oceánicos que él. Una belleza que imantaba a cualquiera.

Esa mañana, ese diez de diciembre, se percibía algo en el aire. Una sensación que distaba de ser la normal. Aranguren lo noto, pero ignorándolo siguió su camino hacía el automóvil, como lo hacía todas las mañanas. Iba a comprar el diario, como siempre. Comenzó a conducir con la serenidad a la que estaba acostumbrado. Esa mañana caliente lo despertó con la noticia de que había cumplido 58 años. Recordó ese detalle y respiró profundamente. Sintió la repentina necesidad de hacer algo fuera de lo común. El hombre cuya meticulosidad en ocasiones resultaba casi fría. El hombre que no dejaba ningún asunto librado al azar, decidió esa mañana conducir unos segundos con los ojos cerrados. No había nadie en la calle, era aún muy temprano. Conocía el lugar como el reverso de su mano. Nada podía salir mal. Poco a poco fue bajando sus párpados superiores hasta hacerlos encontrar con los análogos. Extendió sus piernas apenas un poco, para ganar seguridad. Afirmó sus manos sobre el volante. Lo estaba haciendo, estaba conduciendo sin mirar. Si tan solo hubiera decidido hacer esto unos pocos segundos antes hubiera evitado el trágico choque que lo dejó sin vida la mañana de ese sábado. Mía abre sus ojos en su habitación. Hay algo que no la deja dormir...

martes, 21 de octubre de 2008

Cita

Es difícil encontrar una cita que resuma lo que uno siente respecto a la escritura. Algo que sea clave. Comencé por buscar citas de Cortázar y me quedé con una de ellas.



○•Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo.•○

Julio Cortázar



Esta frase me parece adecuada, desde el punto de vista de la producción de los escritos.
Cuando me siento bloqueada, sin ninguna idea, lo mejor es aceptarlo y volver a comenzar.
El error suele estar en el orígen. Volver a la base, probablemente sea la mejor manera de solucionar el problema.
Escribir es una tarea tan hermosa, tan libre... se puede expresar todo de una manera muy especial. Resulta verdaderamente molesto tener que seguir fórmulas.
Cada uno debería saber lo que puede escribir. Lo que debería escribir.
Si se da cuenta que algo no esta funcionando, que algo no se siente como propio, hay que detenerse.
Así, cuando volvemos a ser nosotros, lo que queremos escribir fluye solo. Con toda naturalidad.

sábado, 18 de octubre de 2008

Crónica/nota de investigación


Archivando Vidas

Son las 20:45 y me encuentro caminando por Palermo. La noche esta fresca, pero agradable. Me dirijo al teatro Sarmiento que forma parte del Complejo Teatral de Buenos Aires. Este establecimiento esta compuesto por una sala que funciona en el predio del zoológico. Lo que me trae a este lugar es el proyecto Archivos desarrollado por Vivi Tellas, directora del lugar desde el año 2001.
El Ciclo Biodramas (biografías escenificadas), es una forma de teatro experimental. Pone en escena vidas de personas reales con el intento de investigar lo documental en teatro, «un género que pertenece al cine, pero que me interesaba hacerlo en un escenario» según las palabras de Tellas. Desde que asumió la dirección del Sarmiento, propuso que el sitio se convierta en un centro de investigación teatral.
«Este teatro está subvencionado por la gente, con presupuesto público. Me gusta que miremos a la gente, entonces Biodramas es un proyecto que mira a las personas. Que elige a una persona y la vuelve un material dramático. Aspiro a que este espacio sea realmente un centro de investigación. Con mucha conciencia institucional y artística. Es como revolver un material y mostrarlo poéticamente. Y eso lo pensé para el Sarmiento.»
Su proyecto se basa en invitar un director teatral y pedirle que elija una persona cualquiera, viva y argentina: esas son las condiciones. La intención es histórica, ya que al contar la historia de una o varias personas, de esa singularidad surgirá una trama histórica, que mezcla los hechos y lo personal. Es una idea interesante, y yo me propongo analizarlo personalmente.
Según Vivi Tellas, todas las obras reflejan sin habérselo propuesto, la extinción de algo. La caída de una forma de ver el mundo. La obra que vine a ver hoy no escapa de esta temática. En “Tres filósofos con bigotes” una de los cuatro Biodramas que actualmente componen el ciclo, podemos dar cuenta de esta idea. Me encuentro sentada en la tercera fila (la última de las filas). En el Sarmiento se tuvieron que hacer ciertas modificaciones: la obra impone que no debe haber más de cuarenta personas por función.

Los tres hombres, filósofos de la Universidad de Buenos Aires, ya habían comenzado el acto y nadie se dio cuenta. Cuando ingreso al lugar, ellos se hallan debatiendo. Se quejan sobre la situación actual de la filosofía. Culpan a Kant de haber arruinado aquella época maravillosa en la cual los filósofos se encargaban de llegar a lo más alto con solo el pensamiento. Llegar a ideas elevadas con puras especulaciones. Ahora la realidad los obliga a tener que trabajar.
«Son obras sobre “los últimos que...”, sobre “lo que queda de...”. “Escuela de conducción” (otro de los espectáculos) es sobre las ruinas de un mundo donde la relación entre hombres y mujeres funciona como una dialéctica blanco/negro, hecha de antagonismos, que a la vez construye una teatralidad muy fuerte» dice Tellas. «Cuando un mundo se extingue cae en una especie de desuso y puede volverse increíblemente poético»
La obra me hace experimentar sensaciones entremezcladas. Hay momentos de nostalgia. Hay situaciones que provocan una risa imposible de contener. Hay efectos muy bien logrados con la música y la iluminación. Hay mucho, logrado con muy poco. Esto no es casualidad: “los archivos documentales en vivo”, están más relacionados con la instalación en el campo de las artes plásticas que del teatro. La directora, comenzó su formación estudiando en Bellas Artes.
Otros biodramas que se están presentando actualmente son: “Mujeres Guía” y “Disk Jockey”. En todos ellos la estructura es similar: hay una alternancia entre pequeños fragmentos autobiográficos con representaciones actuadas dependiendo el área donde los individuos desarrollen sus actividades.
Las obras no son ampulosas, cuentan con unos pocos elementos en escena. Estas obras tienen una estructura fija: esta la mesa, el reloj y hay objetos en la mesa que se van mostrando. Se trata simplemente de contar algo de la vida de alguien, siendo esta una persona que existe en la realidad.
«En un mundo descartable, ¿Qué valor tienen nuestras vidas, nuestras experiencias, nuestro tiempo? Biodramas se propone reflexionar sobre esta cuestión. Se trata de investigar como los hechos de la vida de cada persona –hechos individuales, singulares privados-construyen la Historia. ¿Es posible un teatro documental, testimonial? ¿O todo lo que aparece en el escenario se transforma irreversiblemente en ficción? Ficción y verdad se proponen en tensión en esta experiencia». El folleto que me entregaron es bastante pretencioso, pero una vez que finaliza la obra, veo que en realidad eso es lo que encuentro. Reflexiones sobre la vida, mezcla entre ficción y realidad.
El componente fundamental es el biográfico. Ese elemento primordial logra que yo sienta una identificación con los protagonistas que no cualquier actor puede lograr. Más allá de que sean profesionales, más allá de que su trabajo sea distinto al mío, efectivamente hacen una buena representación. Son personas comunes expresando sus sentimientos, narrando sus vivencias. Al representarse a ellos mismos, exponen su manera de ser ante los espectadores con una crudeza que impacta. Tienen esa espontaneidad que les otorga el haber sido protagonistas de los hechos que relatan.
«Creo que en todo no actor hay una “actuación”, pero es una actuación amenazada, signada por el azar, el error, la falta de solvencia. Lo que los archivos ponen en escena es una tentativa de actuar; por eso, porque es esencialmente inocente, la actuación del no actor produce incertidumbre: no hay garantías, el espectador nunca sabe qué va a pasar, si la obra saldrá bien, si llegará al final, si no habrá algún accidente...»
Lo que me gusta de entrada es la disposición del espacio. Los ‘actores’, o mejor dicho, intérpretes, se encuentran a pocos metros míos. Cada obra toma personas de un ámbito específico y los pone a contar un fragmento de su vida. Personas como yo contando sus experiencias. Y esa proximidad influye directamente en el público.
Ya van siete años desde que Vivi Tellas comenzó con sus obras experimentales, que apuntan, según ella «a buscar teatralidad fuera del teatro». A sus trabajos ella prefiere dar el nombre de Archivos. Los primeros que realizó fueron “Mi mamá y mi tía” y “Cozarinsky y su médico”. Los llama Archivos porque señala: «cada persona tiene y es en si misma un archivo, una reserva de experiencia, saberes, textos, imágenes. Veo algo o alguien que me entusiasma, me despierta curiosidad, y decido ponerlos en escena porque tengo ganas de desplegar y compartir lo que descubro en ellos. Tomo el mundo al que pertenecen, hago un procedimiento, le pongo mi mirada y después muestro la sustancia que resulta».
Para poder iniciarse en uno de estos proyectos, Tellas o bien debe haber transitado por esos mundos que va a representar, o ver en ellos un potencial, un «coeficiente de teatralidad». Cuando la realidad se convierte en teatro, ella lo denomina Umbral Mínimo de Ficción. Hay algo que debemos tener en cuenta: al ver las obras pareciera ser que lo que sucede en ellas es todo real, natural. Pero esto no es así. Esta construido, esta ‘teatralizado’. Pone en escena lo que le gustaría que pasara con esos materiales. Se da el gusto de organizar un mundo ajeno como se le de la gana. Y a la vez se convierte en espectador. «Hago con eso otro mundo y lo vuelvo a mirar. Es un proceso de deconstrucción».

¿Como logra convencer a personas que no saben actuar de que sean parte de obras que los tiene como protagonistas? Vivi T ellas responde: «Los abordo y les digo: “Quiero hacer una obra de teatro con ustedes”. Y les doy una tarjeta que dice que soy directora de teatro. Los filósofos aceptaron enseguida. Con los de Escuela de conducción fue más complicado: el profesor que más me interesaba, de hecho, se negó a participar. Una vez que aceptan deben empezar a confiar en mí, porque no tienen la menor idea de lo que va a pasar. No los obligo a nada: trabajamos con elementos de sus vidas personales, pero son ellos los que deciden qué van a mostrar en público y qué no. También les digo siempre que puede que nos juntemos y no pase nada interesante. Es como un experimento científico: el fracaso siempre está en el horizonte». Ella explica que debe estar atenta, para no interferir, y no pedir cosas que los intérpretes no puedan hacer. «Encontré la fascinación en lo inestable, en la falta de virtuosismo, en la inocencia. No es la idea trabajar con gente que no son actores para pedirles que actúen. Para eso me encantan los actores. Esto viene de otro lugar.»
La obra termina. No se si decir abruptamente, ya que han pasado noventa minutos desde que ingresé al teatro. Pero al haberme compenetrado tanto en la obra, en las historias de los profesores, el tiempo se pasó volando. Antes de llegar a reaccionar, los tres hombres nos invitan a un ‘banquete filosófico’. Observo al costado del recinto que un lugar iluminado se abre y deja ver una mesa que ya esta servida. Lentamente la gente se acerca, algo tímida a disfrutar de ese agasajo. Después de una obra como esta, ciertas dudas nacen, y que mejor que ese momento de intimidad con los actores, para aclarar confusiones. «Para mí es muy importante porque el público queda un poco desconcertado de lo que ve y me parecía lindo que se quedara. Me interesa mucho que el espectador no se sienta abandonado luego de ver la obra ». Esto sucede con las cuatro obras. En cada una de ellas las picadas son temáticas.
«Es bastante difícil entender lo que pasa con las obras. Es complicado saber si es teatro o no... » concluye Tellas. Hay algo que se forma con estos cuatro archivos. En la suma de todos, observo que no se puede especificar con certeza de que se trata. Y no me preocupo demasiado. Es algo confuso de definir. Es mejor entonces, simplemente ir a verlo.

Planeamiento de la crónica final

Tema/ problema:
Me centraré en el Ciclo Biodramas, un proyecto teatral desarrollado por Vivi Tellas. Buscaré ahondar en su propuesta, trataré de conocer más detalles sobre sus ideas y como desarrolló este tipo de teatro experimental.

Enfoque/encuadre:
A partir de la visita al teatro a ver una obra, intentaré unir esto con las demás obras, conocer la idea que trata de desarrollar la directora. Y luego tratar de extraer alguna conclusión acerca de este tipo de representaciones.

Estructura:
La estructura es coloquial. Un estilo que otorga libertad al cronista. No hay un orden muy delimitado, ni un “afán organizativo definido”, tal como explica Ulibarri. Los elementos presentes se muestran siguiendo el orden en que fueron experimentados.

Posible tipo de entrada:
La entrada que haré es narrativa, ya que la considero una de las más atractivas. Me servirá para comenzar a dar detalles sobre el tema que tratará la crónica.


Testimonios a usar:
A lo largo de la crónica utilizaré citas sobre diversas declaraciones que ha hecho la autora respecto a su ciclo. Ella a su vez menciona detalles de los intérpretes y la audiencia que me serán útiles para explicar como es ese mundo. Me basaré sobre todo en mi propio testimonio,


Imágenes que utilizarán como recurso de escritura:
Ya que no se tratan de actores, sino de personas comunes, me parece interesante agregar algunas fotos de los protagonistas. Sin embargo, este recurso lo utilizaré solo en el blog.

Reflexión personal sobre el género crónica

Me gustó mucho trabajar haciendo la crónica. El proceso de búsqueda de información, visitar lugares nuevos, prestar atención a los detalles, tomar notas de todo lo que pasa alrededor. Empiezo a sentirme verdaderamente una periodista. Es divertido hablar con personas para conseguir datos interesantes, charlar con los protagonistas de las historias: volverse un protagonista.
Como explica Amar Sánchez, este género de rasgos únicos se constituye a partir de la unión de material real y concreto junto con procedimientos narrativos. Es como un “periodismo literario” lo que se logra con los artículos, ya que son reales, pero para tratarlos uno se vale de técnicas narrativas. Es esta composición la que produce ese efecto de tensión, que es tan propia del género.
Otra característica interesante de la crónica es que supera los límites que impone la clásica objetividad periodística. Este género escapa de esa exigencia de neutralidad y se permite tener un punto de vista libre sobre el tema a investigar. Retomando nuevamente a Amar Sánchez “El género se juega en el cruce de dos imposibilidades: la de mostrarse como una ficción, puesto que los hechos ocurrieron y el lector lo sabe y, por otra parte, la imposibilidad de mostrarse como un espejo fiel de esos hechos”. No se puede tomar la realidad y exponerla tal cual es. Se le debe dar un tratamiento a la historia centrándose en lo narrativo. “El género no ficcional propone una escritura que excluye lo ficticio y trabaja con material documental sin ser realista.”
“Me gusta la palabra crónica. Me gusta, para empezar, que en la palabra crónica aceche cronos, el tiempo. (...) La crónica es un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en que uno vive” dice Martín Caparrós en el prólogo de La Argentina Crónica. Una interesante frase, que sintetiza ese aspecto tan particular del género. Es un intento de capturar el tiempo que nunca se logra, y a partir de esa premisa es que el estilo se continúa desarrollando. El saber que nunca va a cumplir su objetivo es lo que lo impulsa a seguir.
Cuando me puse a escribir una crónica por primera vez, sentí eso: sentí que estaba tratando de recomponer el tiempo en una hoja. Intentaba describir con lujo de detalles todo lo que había visto y sentido. Sentí por momentos que se trataba de un diario íntimo lo que estaba escribiendo. En especial por la cantidad de datos que me esmeraba en especificar. ¿Qué sentí?, ¿qué me gustó?, ¿qué me impactó?. Es algo muy personal, muy propio. La mirada propia es lo que marca la crónica.
Ahora realmente puedo decir que sé lo que es una crónica. Algo que al principio del cuatrimestre no podía afirmar. De hecho tuve que cambiar mi tema para la crónica, ya que lo que hice para el bloque entrevista no era un buen material para este bloque. Pero claro, si no sabía lo que era una crónica, ¿cómo iba a saber que material era adecuado para hacer una? De los errores se aprende. Sin duda aprendí mucho sobre este género, y me interesa seguir leyendo crónicas. En especial las de Caparrós, ya que fueron las que más me gustaron.

Etnógrafo y cronista: dos ocupaciones, una reflexión.

La definición de etnografía según la Real Academia Española es: “estudio descriptivo de las costumbres y tradiciones de los pueblos”. Si tenemos que compararlo con la tarea que realiza un cronista podemos ver que ambas labores tienen puntos en común.
Uno de los componentes fundamentales de la crónica es la descripción, tal como sucede en el caso de los estudios etnográficos. Mediante la observación se consiguen muchos datos que son de suma importancia para ambas tareas.
Otro recurso utilizado por ambos oficios es la entrevista. Los etnógrafos utilizan ese método para obtener información. El trabajo de campo que realizan es una herramienta esencial para llevar a cabo una investigación. Tal como el cronista, que debe entrevistar individuos que le ofrezcan información fehaciente, los etnógrafos recurren a aquellas personas que den la seguridad de ser informantes cualificados.
La etnografía es un método de investigación que sirve para comprender un ámbito sociocultural. Generalmente estos estudios se efectúan en comunidades humanas de una identidad bien definida. La crónica, por otro lado, puede tener varios propósitos. Algunas crónicas pueden tener objetivos políticos, artísticos, documentales, entre otros.
Todo etnógrafo tiene su parte de cronista y todo cronista su dosis de etnógrafo. Como podemos ver, el objetivo que persiguen no es el mismo pero tienen entre sí bastantes similitudes, especialmente en su metodología.

martes, 14 de octubre de 2008

Crónica cultural

El arco del bigote

Viernes, 17 de septiembre.


Las cuadras parecen más largas cuando se las contempla parada dentro de un colectivo. La gente está molesta. El conductor hace oídos sordos a las quejas. La capacidad del vehículo ha sido superada hace rato. Desbordada diría yo. La puerta de atrás no cierra porque hay un hombre colgando. El chofer se rehúsa a continuar cuando observa esto. El hombre desde el fondo le contesta irritado, insulta y se queja. Finalmente termina cediendo al pedido. Todo el mundo se comprime un poco más. Siempre entra uno más.
-¿Te gusta la filosofía?, le pregunto a Nicolás.
-Emm, si me gusta, ¿por?
-Porque de eso se trata la obra que estamos a punto de ver...O al menos eso es lo que intuyo por el título, Tres filósofos con bigote.
Mi novio se ríe. Ya esta cayendo la noche y nos acercamos al Teatro Sarmiento. Le pedí que me acompañe porque esta sería la primera vez que veríamos una obra de teatro juntos. Igualmente iba a encontrarme con algunos de mis compañeros del seminario de escritura. Pero llegamos temprano y todavía no había nadie en la puerta del lugar. Caminamos por los alrededores hasta que se hicieron las nueve. Acercándonos a la entrada observo a algunos de mis compañeros que ya llegaron. No hay nadie más que nosotros afuera del teatro. Finalmente ingresamos y una señora con cabellos teñidos de rubio nos indica el camino: al fondo a la derecha. Una improvisada pasarela de madera nos conduce al escenario. Se puede observar que el teatro ha reformado su estructura básica para poder llevar a cabo este tipo de obra.


Tres hombres de edad avanzada se turnan para apuntar a un blanco con arco y flecha: una compleja tarea. En especial para Alfred, el mayor del grupo. Hay tres filas de asientos que parecen ser parte de la escenografía. Tomamos asiento en la parte posterior para tener una visión más amplia del lugar. Los tres hombres charlan como si no estuvieran siendo observados. Intentan con las flechas. Tiros fallidos se suceden uno tras otro. «Vos fallas por pensar demasiado» le dice uno al otro. «¿Hablar es no pensar?» contesta el segundo. Tres filósofos que filosofan. Eso es lo que veo y escucho. «Podemos pensar que la nada se liga a la angustia... ¿entonces estoy ‘nadeado’?» «¿Se puede pensar la perfección?». Mientras Alfredo, Eduardo y Leonardo siguen desvariando, yo paso a observar el ambiente en el cual me hallo inmersa. Hay un gran reloj en la pared, flechas enormes, una especie de tocador con espejo y un banco. Frente al público se destacan tres sillas posicionadas delante de una mesa que ofrece sostén a diversos objetos que en un principio no llegan a tener ningún tipo de relación aparente: tres manzanas, una maceta con una planta muerta en su interior, un reloj de arena, un desodorante masculino, piedras atadas con un cordel y otras cosas más. Y delante de todo esto, suspendida desde lo alto del techo, cae una gruesa soga hasta el piso. A lo largo de la obra dichos adminículos serán utilizados por los protagonistas mientras relatan historias.


Hay confusión al principio: mientras uno recita filosofía, otro se afeita en el improvisado toilette y otro infla un globo rojo hasta hacerlo estallar. Termina el primer acto. Se narran historias de la infancia, hay risas acalladas por parte del público. Dudan si reír o no. Si es en serio o es mentira. Se habla de la confianza ingenua en la visión. Mientras escucho me pongo a pensar acerca de lo que están diciendo. Recuerdo las clases de filosofía en la Universidad de Quilmes que cursé con el doctor Claudio Amor. «Solo podemos conocer lo que no cambia, lo que la mente proyecta». Mientras pensaba en eso, repentinamente escucho las risas del público que me devuelven a la realidad: uno de los filósofos se bajó los pantalones. Mientras todos observan el cambio en el ambiente y oyen la música que comienza a sonar, los tres filósofos se sientan en las sillas y quedan mirando fijamente al público presente. En ese momento me pongo a pensar en lo que los actores piensan cuando hay silencios como estos. Antes de que tenga tiempo de tomar notas sobre lo que meditaba, dos de los hombres se paran y comienzan a bailar. Oigo que un personaje pregunta: «¿Se puede estar en el lugar del otro?». Momentáneamente siento que pueden leer mis pensamientos. «Kant decía que conocer es construir» sostiene Eduardo, mientras Leonardo calienta una lámina de parafina que luego presionará contra el rostro de Alfred, quien esperaba distraído sentado en una silla. Continuamente se superponen diversas escenas. Momentos que aparentan ser inconexos construyen la obra, pero en realidad giran sobre fundamentos filosóficos. «Años cuidando una planta para que muera en una semana...» se lamenta Alfred. Su personaje es el que más risas provoca en la audiencia. Un momento de melancolía que invade mis pensamientos. «Estamos perdiendo el tiempo, es una realidad». Recreación de la alegoría de la caverna. Alfred maniatado dice irónicamente «En mi vida me sentí mejor que ahora». Nuevamente risas. «En su mundito él es feliz... ¿qué sentido tiene salir?». Luego se habla de Sócrates: «siempre preguntado todo, era insoportable!». Llegó el momento del bigote. Un debate hilarante que dura varios minutos e incluye fotografías de bigotudos famosos. El debate en puerta: Heidegger, el bigote del ser o el ser el bigote. El bigote angustiado de Walter Benjamin. Diversos tipos de bigotes: el bigote bello, el bigote geométrico, el bigotito. Einstein y el bigote jodón. Tener bigote es decidirse. No cualquiera tiene un bigote.




Así, entre risas y reflexiones termina la obra casi sin que nos demos cuenta. Esos hombres parados frente a nosotros con una manzana en la cabeza, observándonos. Son blancos vivientes que nos miran desafiantes. Tras los aplausos, Leonardo Sacco, Eduardo Osswald y Alfredo Tzveibel dejan su lugar de personajes y nos invitan a pasar a una sala adjunta al escenario a disfrutar de un ‘banquete filosófico’. Vino tinto, queso, aceitunas negras, tomates, sardinas, quinotos, dátiles y té helado. Son alimentos que solían comer en la época de la Grecia antigua. Poco a poco los presentes se van acercando a la mesa y el clima del lugar se vuelve muy ameno. Mi novio, que realmente terminó disfrutando mucho la obra, fue el primero en acercarse a Leonardo a felicitarlo por su actuación. Nos cuenta que él en realidad reemplazó a uno de los tres actores originales en este proyecto artístico desarrollado por Vivi Tellas. El actor, que en realidad es un profesor de filosofía de la UBA, al igual que sus dos compañeros de escenario, nos explicó que en la obra todo lo dicho es real. Las instancias que narran de su vida son verdaderas, por eso se los llama Biodramas.

Luego de comer y de charlar, decidimos irnos. Recorrimos el escenario antes de salir. Me acerqué a la mesa, contemple los objetos que utilizaron los actores. En un costado estaba el llamativo blanco con el que los tres señores practicaban arquería. Yo quise probar suerte con el arco y la flecha. Supuse que después de una obra tan desestructurada e interactiva, podríamos tener la oportunidad de jugar con esos elementos. Valía la pena el intento.
Nicolás se acerca a la mujer que nos guió en la entrada y que nos estaba mirando:
-¿Podemos usar el arco?
-No chicos, no se puede.

El Interior- Martín Caparrós

Tras leer las crónicas de Caparrós, siento una inexplicable necesidad de explorar esos espacios que el nos muestra. Es impecable la descripción que realiza de esas dos provincias, y esto hace que la lectura sea muy interesante. Aparecen distintos tipos de recursos estilísticos. De repente podemos encontrarnos con fragmentos de conversaciones que el autor escucha a medida que va recorriendo las tierras. A veces surgen líneas sueltas, breves poesías que van ligando las diferentes descripciones y también la información sobre la historia del lugar. La manera de narrar de Caparrós es atrapante. Con sus expresiones tan porteñas, marca claramente su lugar de procedencia. En el caso de Rosario, el recorrido de monumentos ignorados, prostíbulos bizarros, escuelas, comedores, shoppings deshabitados dejan descubrir la verdadera cara de muchos mitos que la gente de Santa Fe se encarga de difundir en su anhelo de ser superiores a los de Buenos Aires: «la mejor ciudad para vivir», «las mujeres más lindas» y algunas otras que nos provocan risa.
Demuestra que no todo es como lo pintan, pero a la vez rompe con la creencia de que el Interior es todo campo, ranchos y «animales que se pasean crudos por las praderas y los bosques». Son ciudades como la nuestra. Bah, no como la nuestra, pero se esmeran por lograrlo. Al menos esa es la impresión que nos deja la crónica de Rosario, que es la que más me gustó.
En ambos capítulos se observa el predominio de la pregunta: los contactos de Caparrós son ideales. Lo que saben, lo que cuentan. Para un cronista novato conseguir los datos que el consigue sería muy difícil. Allí se ve el trabajo de investigación previo que se llevó a cabo para realizar estas crónicas.
Otro punto relevante es el sentido del humor: la ironía de Caparrós es clave. De este recurso se vale repetidamente. Da a conocer su opinión de una forma muy ingeniosa. Su manera de hablar con la gente, los chistes que le hace a los lugareños y que generalmente resultan fallidos, resultan muy divertidos.

‘La Crónica Argentina’. Citas

“La crónica es el género de no ficción donde la escritura pesa más” (Martín Caparrós)

Una crónica es un género que reúne información verídica con procedimientos narrativos. Y tal como sostiene Caparrós, el último componente es el que tiene más influencia en el estilo. Elegí esta cita porque me parece muy apropiada para definir el género. Es por esta combinación que las crónicas resultan tan atractivas. Se sabe que contienen información real, por esto cautivan al lector. Tienen ese componente de veracidad que las hace interesantes, llamativas. Y al mismo tiempo, el trabajo de escritura logra darle a las historias un efecto distintivo de cualquier otro género.


“En una crónica se debería poder disfrutar de la lectura, no sólo por la necesidad de la información sino por el gusto de asomarse a ese mundo” (Carolina Reymúndez)

Ciertamente, no leí las crónicas porque me interesaran demasiado los temas que tocaban. Una buena crónica se gana nuestro interés presentándonos historias reales. Su objetivo primordial es ese. Reconstruir un pedazo de historia. No las leemos para obtener información: sin embargo terminamos consiguiéndola. Y en algunos casos nos motivan a ahondar en esas temáticas, llevándonos a buscar nuevas fuentes para saber más acerca de esos contenidos.

“La crónica es una versión insospechada de lo real” (Cristian Alarcón)

Una crónica nos demuestra que un tema que en apariencia no era interesante, puede llegar a serlo. Todo depende de la manera de ver las cosas. La crónica, a diferencia de la noticia, se deja llevar por los detalles. No es tan estructurada en su manera de narrar. Algo real, visto superficialmente por un periodista que solo se preocupa por la información, puede llegar a tomar otro matiz si es observado por un cronista.

“-La finalidad de la crónica es- tratar de contar historias que siempre han estado ahí pero sobre las que se han posado miradas bobas o distraídas, y hacer que un tipo, en el living de su casa, lea y cuestione(...)” (Leila Guerriero)

Esta es una frase que me resultó interesante. Cuando leía las crónicas pensaba en eso justamente. Son todas historias que no nos afectan, que no nos conciernen demasiado. Pero gracias a ese recurso, el cronista logra captar nuestra atención y mantenernos expectantes. Con casos como el de Poblete (en mi opinión, la mejor de las tres primeras crónicas que leímos) son tratados de una manera más humana en una crónica. Conmueve al lector.

La Argentina Crónica: Notas de lector

Operación Ja Ja
En esta crónica encontramos una completa descripción de la clac, reidores de televisión. Personas que se ganan la vida valiéndose de su risa. Algunos buscadores de fama, eternos soñadores. Otros, más pesimistas, saben que no van a llegar lejos, pero no quieren dejar de formar parte del mundo de las luces. En esta crónica el tiempo es en presente, y se va interrumpiendo con hechos del pasado. Un ejemplo de esto lo hallamos en el testimonio de Susana. Las anécdotas que relatan los reidores son muy ilustrativas para poder darnos una idea de ese mundo en el que trabajan.
Hay una sensación de apertura y cierre, que se logra por comenzar con la entrada al estudio y terminar saliendo del mismo. El efecto esta muy bien logrado. Simula ser una simple visita al lugar, pero podemos dar cuenta de que detrás de eso hay una profunda tarea investigativa.
La cronista tiene una fuerte opinión a lo largo de su trabajo. Matiza las anécdotas que se encuentra con reflexiones que nos dejan una sensación algo nostálgica de la situación de esos personajes invisibles de la televisión argentina.


Un día en la vida de Pepita la pistolera
Cuando comenzamos a leer esta crónica, la breve introducción nos hace suponer que se tratará el tema del caso Cabezas, a pesar de que el título sea muy claro. Luego nos damos cuenta de lo que realmente va a tratar.
La crónica aparenta ser una entrevista de algunas horas en la vida de Margarita Di Tullio, una tristemente célebre madama de prostíbulos de Mar del Plata. Se le da mucha importancia a lo biográfico, mostrando diferentes momentos en la vida de la protagonista.
La cronista no hace preguntas directas: no hay un diálogo. Es Margarita quien nos va relatando su vida, sus anécdotas, y se va haciendo conocer. Muestra una faceta desconocida de esta mujer, sin juzgarla. Resulta interesante el método seguido por la cronista: describe múltiples detalles del comportamiento de la protagonista y de ello se vale para retratarla.

El caso Poblete. La fuerza del cariño
Una de mis crónicas favoritas. Hay un trabajo de investigación muy bien ejecutado. Es una historia atrapante de principio a fin.
El estilo de la entrada es narrativo: comienza a relatar una anécdota que nos lleva muchos años atrás, despertando nuestra curiosidad. La crónica desarrolla un orden cronológico, que se encuentra intercalado por fragmentos del pasado. Hay muchas anticipaciones a lo largo de la crónica. Se habla de varias generaciones. Es una mezcla de historia política con historia social. Se van entrelazando diversos momentos, diversos testimonios. Hay una reconstrucción de los hechos muy compleja. El final de la crónica nos deja reflexionando sobre los indescifrables misterios de la mente humana.

Las hermanas satánicas
Esta es otra de las crónicas que más capturó mi atención. Retoma el conocido caso de ‘Las hermanas satánicas’, la escalofriante historia de Juan Carlos Vázquez, que fue asesinado por sus dos hijas.
El cronista se enfocó en Gabriela Vázquez, y durante toda la crónica se la muestra como inocente. A pesar de lo que sostenían los medios, por lo que podemos concluir después de leer el trabajo de Guido Bilbao, es que solo una de las hermanas mató a Vázquez. Gabriela tuvo que pagar las consecuencias de un crimen que no cometió.
La apertura de la crónica es una entrada de cita, según Eduardo Ulibarri. Y tal como dice él, es «una salida aparentemente fácil cuando frente al material recopilado para el reportaje, no sabemos como comenzar a escribir».
El cronista se remonta hasta el año 1945, por lo cual podemos decir que hay una estructura cronológica múltiple. Se retoman momentos del pasado que ayudan a comprender algunos sucesos del presente, de la causa del aparente brote psicótico de Silvina, la hermana asesina. A lo largo de la historia, se insertan pequeñas observaciones de Gabriela, fragmentos de su charla con el cronista.
El cierre de la crónica, es igual que el comienzo, con una cita de la protagonista, inmersa en sus cavilaciones. Nos da el pie a los lectores a que hagamos un examen del caso por nosotros mismos.

El turismo menos pensado
Esta crónica nos brinda detalles de una de las nuevas tendencias en turismo sexual: el trava-tour. Muestra un ambiente que no todos conocemos y nos ayuda a acercarnos más a ese género tan particular, sin juzgarlo negativamente, como suele hacerse.
Tiene una entrada narrativa. Comienza desde el momento en que se inicia el tour del día, contando quienes son los que participaran. El cierre es acorde, ya que finaliza con la conclusión de la visita guiada por el territorio donde habitan los travestis.
Es interesante ver lo que se conoce como “viveza criolla” en plena actividad. Sacar provecho de los turistas y su curiosidad ingenua para ganar dinero. Sin embargo, en este caso, el organizador del tour da su cuota de colaboración con la sociedad, ya que dona parte de lo que obtiene con los tours a comedores infantiles.