Me divertía muchísimo, al principio. Dejé de divertirme cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y mal, y luego hice un descubrimiento más alarmante aún: la diferencia entre escribir bien y el verdadero arte. Una diferencia sutil, pero feroz. (...) Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación
Truman Capote
Confieso que me gusta escribir y que me lo paso bien escribiendo. Me resisto a creer que nací con este don especial. Al contrario, me gusta creer que he aprendido a usar la escritura y a divertirme escribiendo; que yo mismo he configurado mis gustos.
Daniel Cassany
Hay muchas preguntas que me invaden cuando escucho hablar de ‘el don’ que poseen algunas personas para la escritura. La intensión de este trabajo es reflexionar en torno a este tema. Me interesa comprobar que la escritura es para todos, y no solo para algunos que nacieron con un talento especial.
A pesar de lo que se suele pensar, escribir no consiste en volcar en un papel lo que uno piensa o trasvasar ideas sin elaborarlas previamente. No es solo eso. Daniel Cassany, en su libro “La cocina de la escritura” compara el proceso de escribir con el de cocinar. Esta original analogía resulta verdaderamente útil para poder entender que la escritura no es para unos pocos iluminados. El autor propone una guía de tono distendido que sirve a aquellos que desean mejorar sus habilidades como escritores. Ofrece una múltiple variedad de ejemplos y correcciones que favorecen a su rápida comprensión. Nos introduce a una cocina abierta para todos aquellos que se ven a sí mismos como aprendices de escritura.
Si nos enfocamos en autores como Capote, que opinan que la escritura es un don otorgado divinamente, nos es lógico pensar que la escritura no es para todos. Yo no estoy de acuerdo con esa noción. Creo que alguien puede ser un buen escritor, sin importar el talento que posea, o si tiene o no un don especial. Creo que la escritura se puede aprender, es un proceso donde aquel que recorre el camino toma conciencia de sus propias facultades.
Es difícil lograr concientizarse del trabajo que conlleva la escritura. Tomemos como ejemplo un seminario de escritura. En un ámbito como ese, cada persona que participa, expone sus capacidades y dificultades. Explora la variedad de estilos y gracias a esto, se redefine su propia manera de escribir. A medida que avanza su entrenamiento, va adquiriendo habilidades que en un primer momento no poseía. Conoce más sobre si mismo, descubre sus propios puntos fuertes. Y, cuando el seminario de escritura se termina, los alumnos se llevan no solo los productos, sino una caja de herramienta de la cual pueden valerse para seguir de ahí en más.
Un seminario de escritura es como la cocina, coincido con Cassany. Analicemos las similitudes: en ambos sitios, se busca un aprendizaje, mediante la práctica intensiva de una actividad. Tanto en el seminario como en la cocina, lo que se realiza (escritos o platos, según el caso), implica una elaboración. Así como un chef puede enseñarle a sus alumnos los secretos ‘para cocinar bien’, Cassany nos ofrece una receta para aprender a escribir de manera correcta. En estos dos ámbitos, como es de esperarse, hay dificultades que nos esperan. Por este motivo, antes de emprender la tarea, debemos formular objetivos sensatos, dependiendo de las capacidades y el interés de cada uno. Algunos saben más que otros, algunos tienen mayor habilidad, pero esto no significa que aquellos a los cuales se les hace más dificultosa la actividad, no puedan ir aprendiendo de a poco a escribir con mayor facilidad. Si bien es cierto que no todos los que intentan logran su objetivo, esto no significa que la escritura sea un campo inhospitalario para aquellos que no sean expertos.
Según Cassany, aprender a escribir es un proceso, en el cual el objetivo presente es mejorar las aptitudes, las habilidades y actitudes. Para acompañar este proceso, resulta útil una herramienta como la del diario de escritor. Mediante este recurso, se puede adquirir una conciencia real de los avances en el camino hacia una buena escritura. Al mismo tiempo, se logra construir una autonomía en la persona que escribe, ya que puede desligarse de otras ayudas externas para finalmente poder valerse de si mismo para trabajar sus ideas por escrito. Gracias al diario de escritor, se puede encontrar en las propias reflexiones y dudas que van surgiendo en el camino, ideas que podemos retomar en los escritos próximos. En el diario, el que escribe puede plantearse a si mismo el motivo que lo acerca a la escritura. Y la respuesta obtenida será una honesta revelación. Si se explicitan los problemas, se mejoran las habilidades. Escribir es una forma de autodescubrimiento: se consigue una manera distinta de interpretar los trabajos propios. Se adquiere una manera de ver los escritos propios con cierta distancia, que se asemeja al modo en que leemos otros autores. Y es esta visión la que nos hace romper con la inseguridad para arriesgar nuevas estrategias.
Me gusta la idea de comparar un taller de escritura con la cocina. Como he dicho anteriormente, en ese lugar, uno expone habilidades y dificultades. Hay quien posee talento innato para expresarse y hay quienes deben valerse de un enorme esfuerzo para conseguir plasmar sus escritos tal como los piensan. Pero al igual que en la cocina, todos pueden lograr mejorar sus capacidades, siempre y cuando se esmeren en conseguirlo. Es una tarea ardua y constante. La perseverancia en el trabajo hace la perfección. No se trata solo de inspiración, la escritura es también (y más que nada) fruto del trabajo. Como dijo el genial Thomas Alva Edison: El genio es uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento transpiración.
Bibliografía:
CAPOTE, Truman, Música para camaleones, Emecé, Buenos Aires, 1981.
CASSANY, Daniel, La cocina de la escritura, Anagrama, Barcelona, 1995.
CASSANY, Daniel, “Leer como escritor”, en Describir el escribir: cómo se aprende a escribir, Paidós, Barcelona, 1993.
jueves, 4 de diciembre de 2008
Ensayo: Escribir es trabajar
Publicado por Carolina Navarro en 8:07
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