lunes, 15 de septiembre de 2008

Recuerdo de un espacio


El brusco cambio de luz afecta mis ojos. Saliendo por el pasillo, junto al centro de impresiones, el frío patio teñido de tonos anaranjados atrae y repele a la vez. Las sombrías formas de los árboles sin hojas (el otoño continúa después de todo). Enormes edificaciones abandonadas que me recuerdan que esta universidad ocupa el lugar de lo que antiguamente solía ser una fábrica. El viento helado que golpea, le imprime una melancolía al lugar. Es un sitio inhospitalario. Justamente enfrentado a este lugar, se halla otro patio. El patio que habitan todos los estudiantes. Allí estudian y leen. Algunos se ríen y otros duermen. El sitio elegido para pasar las horas de ocio en la universidad durante el día. Sin embargo yo prefiero el patio opuesto. Debo preferir la soledad. Ahora es de noche. Todo esta oscuro, inmerso en el silencio más absoluto. Me encuentro sola, parada en el medio de este lugar. Mirando hacia alrededor. Buscando algo. O tal vez no busco nada. Solo mirando.

Reflexión sobre el género entrevista

Comenzare mi reflexión con una frase que me dejo algo perpleja: “Admitámoslo: toda la información que se necesita ya está en Google. Las entrevistas nunca van más allá de eso”. Coupland sin duda exagera. Dudo que toda la información esté en el buscador más famoso del mundo. Es innegable que internet es una poderosísima arma de investigación. Sin embargo, no nos alcanza con solo utilizar esa fuente para obtener todos los recursos necesarios. Como futuros comunicadores, tenemos que aprender a entrevistar, conseguir la información por nosotros mismos.

Para lo mismo, este ejercicio fue muy útil. Conseguir la persona para entrevistar, realizar una lista con posibles temas para guiar el encuentro, saber preguntarle al entrevistado, entender sus silencios, leer en sus ojos las emociones que esconde tras sus palabras. El oficio de escribir no es fácil. Hay que tener mucha práctica. No es suficiente con ‘googlear’ al entrevistado para obtener información. Algunas veces se encuentran cosas de utilidad... pero muchas otras no. Muchas veces la data que se obtiene por este medio es imprecisa. Parafraseando a Arfuch, la indagación realizada en una entrevista tiene un carácter detectivesco. Es decir, el objetivo es conseguir información exacta, por lo cual lo más conveniente es ir directo a la fuente. Además, la idea es conseguir nueva información. Lo que ya existe no tiene impacto. Dice Ulibarri: “Una cosa resulta indudable: no es posible confeccionar trabajos de relevancia, efecto e interés si no están afincados en cierta tarea investigativa”. Mediante una entrevista se pueden llegar a descubrir ciertas cuestiones que hasta el momento no habían tenido lugar. Aunque también muchas veces lo que ocurre es que durante el trabajo de edición, el periodista, se toma ciertas libertades y puede tergiversar las declaraciones brindadas por el entrevistado. Deformar la realidad en un intento de conseguir una primicia puede llevar a esto. La credibilidad de las entrevistas ha ido disminuyendo con el pasar del tiempo. La actitud de los entrevistados es cada vez menos colaborativa. Aparecen casos como el de Warhol y sus respuestas que dejan desarmado al entrevistador. La burla implícita en sus contestaciones. La falta de respeto e interés por el periodista. Es difícil enfrentarse a una persona que no esta predispuesta a colaborar. Todos tememos al fantasma de Andy.

Afortunadamente a mi no me toco entrevistar a un personaje como ese. Mi entrevistado se mostró participativo durante el proceso. Accedió a la entrevista sin dudarlo. La charla empezó a la hora prevista. A pesar de mostrar algo de impaciencia al comienzo, durante el lapso que duro el encuentro se fue relajando. Pero este fue mi caso.

Cada entrevista es única. No podemos saber que nos depara. Debemos estar entrenados, para saber como manejar la situación y sacar el mayor provecho posible de ese tipo de encuentros.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Behind The Scenes


Y llegó finalmente el día de la entrevista. A las 9:15 am me encontraría con el cardiólogo que elegí para entrevistar. Pasé en limpio las preguntas que había preparado como ayudamemoria, para evitar quedarme en silencio durante la entrevista (aunque el silencio, a veces funciona como un recurso, para hacer que el entrevistado continúe hablando). Me aseguré de tener el mp3 que utilicé como grabador, con las pilas cargadas y salí rumbo al consultorio. Llegué y esperé unos cinco minutos a que llegara el médico. Me saludó cordialmente y me hizo pasar a su consultorio. Ya había un hombre aguardando en la sala de espera a ser atendido. Yo pregunté si era un buen momento, a pesar de haber ido en el horario que el propuso. Me dijo que si. Lo noté algo impaciente, apurado. Los médicos siempre parecen tener algo más importante que hacer. De todas formas, solo fue una impresión, ya que luego tomamos asiento y comenzó la entrevista de manera muy relajada. Saqué mis notas, mi bolígrafo negro y comencé a grabar. La entrevista fue bastante más breve de lo que pensé. Dura unos 15 o 20 minutos. Sin embargo, al desgrabarla noto que crece el número de páginas: el hombre habla rápido. Piensa rápido y contesta del mismo modo. Sus momentos de silencio reflexivo son cortos. Y luego llega lo más complicado: el momento de editar. Las decisiones que hay que tomar, los recortes, los cambios. Todo lleva tiempo, y un debate interno que acompaña: ¿está bien alterar un poco el contenido de la entrevista? Leyendo modelos, que ayudan a inspirarnos, nos arriesgamos a realizar algunos cambios. Algunos sutiles y otros no tanto. Todo sea por tener una entrevista interesante.

martes, 9 de septiembre de 2008

Entrevista: Dr. Julián Blanco

La consigna era entrevistar a alguien que cumpla un rol social significativo. Se me ocurrió entrevistar al Dr. Julián Bautista Blanco, un reconocido cardiólogo de Quilmes, que también se desempeña como médico clínico especialista en diabetes. Los médicos, aquellos que se encargan de preservar nuestra salud son, sin duda, personas que nacieron con la noble misión de dedicar su vida al cuidado de otros. Me resultó muy interesante poder ahondar más en la vida de una persona que se desempeñe en esa profesión.

El doctor Blanco nació en La Plata en el año 1947 pero vivió toda su vida en la ciudad de Quilmes. Ingresó al campo de la medicina a partir de 1970. Desde ese entonces se dedica exclusivamente a la atención de pacientes en su consultorio en medicina general y en cardiología. Vive con su esposa, con la que tuvo sus cuatro hijos.

Me recibe en su consultorio, con el característico guardapolvo blanco. Afuera se oye el sonido de los teléfonos que no dejan de sonar. En la sala de espera ya hay un paciente aguardando su turno, que se vio demorado unos minutos para que yo pueda realizar la entrevista. Saco mi grabador, lo coloco en su escritorio y comienzo con las preguntas que había preparado.

─ ¿Su carrera cómo afecta a su familia?

─Los afecta mucho. De mis cuatro hijos, tres siguieron con la carrera de medicina, de manera que ellos han vivido toda mi experiencia como médico desde el momento en que comenzaron a tener un poco de conciencia de la situación. Indudablemente influyó mucho, evidentemente les impactó en forma positiva.

─ ¿Lo veían a usted como un ejemplo?

─Claro, me veían de alguna manera como un ejemplo para poder seguir ellos, que lo siguen haciendo desde entonces, si.

─ ¿Usted cuándo comenzó a interesarse por la medicina?

─Me gustó siempre… desde el momento en que estaba pensando que carrera iba a seguir después de recibirme del secundario. Una vez que lo termine, a principios del año siguiente, ya estaba haciendo el curso de ingreso en la Facultad de Medicina en La Plata, donde me recibí a los seis años. Fue algo que siempre pensé, y nunca tuve duda sobre en ese sentido. Siempre estuve con esa idea.

­─ Pura vocación...

─Si, me gustaba el tema a pesar de que en mi familia no hay ningún médico. Solo había algún amigo de mis padres médico, pero yo no tenía una relación importante con ellos como para tenerlos como experiencia. Fue una situación personal, puramente.

─ ¿Su familia siempre lo apoyó?

─Si, si. Siempre.

─ ¿Se interesó por alguna otra carrera?

─No, no. Alguna otra carrera que me podría gustar, no. Tal vez piloto de avión. Pero no… nunca llegue a concretar absolutamente nada de eso.

─ ¿Hubo alguna cosa que en ese momento le hubiese gustado hacer pero no hizo?

─ ¿Respecto a mi profesión?

─Si.

─No… yo estoy conforme con lo que hice porque estuve trabajando bastante para poder hacer conocimiento de lo que es la práctica médica. Estuve en el hospital trabajando durante muchos años. Después el trabajo y la actividad en el consultorio me fue sacando tiempo para ir al hospital, entonces de esa manera fui abandonándolo para después seguir en la práctica privada. Me mantengo actualizado a través de todo lo que son congresos y actualmente con Internet, que da toda la información de forma bastante rápida. La experiencia del hospital es importante en lo que refiere a emergencia, cuando hacía guardias, en el Hospital San Martín de la Plata, en la zona de cardiología.

─ ¿Qué siente cuando está con sus pacientes?

─ (se queda mirándome un rato) La posibilidad de ayudar a alguien que esta sufriendo algún problema. Básicamente creo que es lo que uno siente. Ayudar a hallarle solución a los problemas de alguien que viene a confiarte muchas veces, secretos importantes de su vida y que hacen a su enfermedad, a los cuales uno tiene que tratar de encontrarle de alguna manera, si es posible, alguna vía de solución para que esa persona pueda mejorar. Y a los que tienen enfermedades que son puramente orgánicas también. Siento que necesito ayudarlos para encontrar la mejor manera de que ellos puedan canalizar su afección de una manera mucho más normal. Cuando estamos frente a casos terminales de enfermos que ya no se pueden solucionar, lo que siento es esencialmente la necesidad de acompañarlo y de servirle un poco como apoyo y de contención para poder lograr que esa enfermedad no sea más fuerte de lo que ya es.

─Es difícil hacer eso.

─ (Sonríe) Y, no es fácil… no es nada fácil porque tenés que tener además de una actitud personal, una aptitud psíquica. Que de alguna manera te permita vivir una situación muy difícil de enfermedad de alguien, de alguna persona. Muchas veces uno los conoce desde hace mucho. Entonces eso también tiene importancia. Pero tratar de que ese problema no le signifique a uno un tormento o una situación de stress tan seria que le impida seguir haciendo las actividades normales con los demás pacientes. No es fácil. Requiere muchas veces de bastante práctica y de haber tenido experiencias en varias oportunidades para poder ir mejorando día a día.

─Se suele mezclar la vida personal con lo profesional…

─Claro! Porque en mi caso yo tengo gente que la conozco hace un montón de años. Yo estoy atendiendo ya a terceras generaciones de muchas familias: empecé con los que eran los abuelos, después seguí con los padres y ahora me siguen viendo los hijos, es decir, los nietos de los que fueron mis primeros pacientes. Entonces hay una relación muy grande entre todos ellos. Y bueno, esto es importante para tratar de entender y contener al que esta con problemas ¿no?

─Si, claro… Y cuando usted llega a su casa después de un día de trabajo, ¿Sigue pensando en los casos que ve acá o trata de relajarse?

─No, trato de relajarme y de descansar y de hacer alguna otra cosa como para poder servir de alguna otra manera. Poder hacer algo más en la familia o, en mi caso particular, yo pertenezco al Rotary Club de Quilmes, y es una institución que te permite hacer muchas actividades de servicio en la comunidad y entonces de esa manera uno además de que hace otra cosa, participa y de alguna forma también, a lo que vos vas con la pregunta esta… salirse de la rutina de todos los días para poder entonces limpiar un poco la mente y empezar de vuelta algo más limpio al día siguiente.

─Dígame, ¿usted siente que cuenta con el reconocimiento de sus pares?

─Si. Si, si… yo creo que muchas veces uno ve a través de los pacientes que vienen derivados por otros médicos porque creen que ya la experiencia, y los años de antigüedad han permitido que uno tenga un punto de vista más o menos equilibrado y entonces los envían a mi consultorio. Si, en ese sentido creo que si. Es importante y es notable la posibilidad de estar así, reconocido por los demás porque te lo demuestran. La gente te lo demuestra.

─ ¿Y esto qué le hace sentir? El respeto que sienten por usted.

─Me hace sentir (piensa) tranquilo y contento. Tranquilo en el sentido en que uno esta cumpliendo con la responsabilidad que tiene de una forma que es considerada por los demás como la mejor, por la forma buena de hacerlo. Y además, me hace sentir contento, porque bueno, es el reconocimiento de algo que uno viene realizarlo hace muchos años tratando de hacerlo con la mayor seriedad posible para que sea realmente una actividad de utilidad y de servicio para los demás.

─ ¿Se siente orgulloso de lo que hace?

─Si. Si, creo que es una profesión que te permite estar en contacto muy cercano con la gente. Tal vez ahora no solamente con los que sufren sino con los que sin tener ningún tipo de problema quieren ver como están o tratar de mejorar algunas cosas que haya que mejorar para hacer prevención para el futuro. Y entonces eso te da la posibilidad de que uno este en contacto con muchas personas que te demuestran que hay motivos como para que uno este contento de hacer esto que esta haciendo de la mejor manera posible.

─Bueno, yo recién le pregunté que siente respecto a lo que sienten los demás por usted, y ahora le quiero preguntar ¿A quién admira? ¿A quién respeta?

─ (Piensa) En la medicina yo tengo mucho respeto por el doctor René Favaloro. Creo que fue una personalidad de nuestro país que demostró que habiendo sido primero un médico de campo y luego un cirujano en una zona bastante inhóspita de nuestra patria como era donde el estuvo haciendo sus primeros pasos en medicina. Llegó a trascender, llegó a trabajar en los primeros niveles en Estados Unidos, y luego creando sistemas de tratamiento, como la cirugía de corazón, que permitieron salvar tantas vidas. Una humildad muy grande. Un sentido de responsabilidad muy grande tenía. Y lamentablemente la desconsideración de mucha gente que debería haberlo tenido más en cuenta, o haber cumplido con sus compromisos como debería haberlo hecho, hizo que tuviera que, lamentablemente, en un acto seguramente pensado por él, pero no lo hubiera decidido sino hubiera estado muy mal… ponerle fin a su vida. Creo que Favaloro debería ser el ejemplo de lo que hay que hacer en este país en cuanto a la medicina. Y también el ejemplo de lo que hay que tratar de cuidar en medicina para que no pasen las cosas que terminaron pasándole a él. Si los que tenían las responsabilidades de ayudarlo o de cumplir con sus compromisos no lo hicieron, esa gente también debería ser marcada como un muy mal ejemplo para nuestra sociedad, porque son los causantes de muchos males en nuestro país y que lamentablemente no tiene solución por ese motivo porque siguen vigentes los que hacen las cosas mal.

─ ¿Qué sintió usted cuando Favaloro se quitó la vida?

─Y (reflexiona) sentí una desazón muy grande porque uno no esperaba que Favaloro tomara una decisión así. Daba toda la impresión de ser una persona muy fuerte, y como todo ser humano también tenía su lado débil y bueno. Lamentablemente esa fue la realidad. Pero, fue una tristeza muy grande. Por dos motivos: primero por la muerte de Favaloro y segundo por los motivos que llevaron a que se suicidara, que demostró en que estado estaba la medicina argentina. O más que la medicina, la seguridad social y los sistemas de salud en la Argentina, que eran capaces de provocar una muerte tan absurda como la de Favaloro.

─No solo impresiono a la gente que tenía que ver con el campo de la medicina, sino a todo el mundo…

─Claro. Nadie se lo esperaba. Pero bueno, evidentemente venía cuidándose muy bien de no mostrar lo que estaba pasando, a pesar de que a la gente que estaba en obligación de saberlo se lo hizo saber. La situación en la que estaban ellos, la fundación. Y lamentablemente no lo ayudaron, o no cumplieron con su trabajo. En el sentido de hacer frente a los trabajos que ellos habían realizado.

─ ¿Cree que la sociedad le debe algo? ¿O usted a ella?

─ (Piensa) No. No, yo creo que estamos en paz. Yo por lo menos creo que estoy en paz con la sociedad. Además justamente trato de seguir trabajando. Yo no puedo olvidarme como llegue a ser médico. Yo estudie en la Universidad Nacional de La Plata que es pública. De alguna manera estoy cumpliendo con lo que era mi objetivo cuando quise ser médico: ayudar a los demás a vivir un poco mejor y a solucionar sus problemas desde el punto de vista de la salud. Así que no creo que en ese sentido, tenga ninguna deuda (sonríe).

─Bueno, muchas gracias

─No, por favor.

El Dr. Blanco comenzó a hacerme preguntas respecto al proceso de desgrabación de la entrevista. “No voy a alterarla demasiado”, prometí. Entre risas nos despedimos. La conversación había llegado a su fin. Los teléfonos volvieron a sonar. Me despidió amablemente y mientras me iba pensé que esta era la primera vez en la que yo hacía las preguntas a un médico: “¿Qué siente?”. Al principio pensé que sería mucho más cerrado con sus respuestas. Es un hombre seguro de si mismo, que ama su profesión. Dedica su vida a ayudar a los demás, no solo por su trabajo, sino también en su tiempo libre. La experiencia fue grata, y pude conocer algunos detalles de la vida de una persona que desempeña un rol social significativo. Y eso no se puede negar.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Ejercicios para refrescar la mirada

A veces no tengo ganas de escribir, por más que tenga cosas para decir. Es una sensación terrible. Resulta imposible poder explicar lo que se siente. Lo que se percibe queda ahí, inerte. La mirada se halla bloqueada: no nos permite ver. Y me refiero a ver más allá de los sentidos. Es en esos momentos en los cuales uno podría darle mucha utilidad al espejo negro de Madame. Descansar la mirada. Renovarse. No solo los pintores como Gauguin, Van Gogh o Renoir podrían valerse de este elemento para refrescar su perspectiva del mundo. Un instrumento que sirviera para renovar las reacciones sería un adminículo mágico para un escritor. Aquel que depende de sus sentidos para llegar a inspirarse. Pero ya que no existe tal cosa (o al menos nunca oí hablar de una herramienta así) podría aprovechar esta hoja para mencionar algunas de mis “tácticas” para relajar la mirada.
Lo primero que se me ocurre para relajarme es subir al techo de mi casa. No se si mucha gente hace eso. Siempre me gusto subir las escaleras, llegar a lo más alto de mi casa. Estar cerca del cielo, poder contemplar las nubes, sentir el viento. La brisa refresca mis sentidos. Sentada allí, con la mirada perdida. Esperando que algo pase. O más bien, sabiendo que nada va a pasar. Pero permanezco impasible. Algunas veces me asomo para ver a la gente pasar por la calle. Y me miran mientras los miro. Me aburro rápidamente, pero funciona para distenderme.
Otra de mis salidas al hartazgo de la rutina es caminar. Busco cualquier excusa para salir. Recorrer las calles, mirar casas y personas. Examinar veredas. Encontrar algo que no se muy bien que es. Elegir cual será la cuadra que recorreré. Distraerse y perderse a propósito.
Ahora estoy pensando que lo que me ayuda a relajarme es el contacto con los elementos: el aire, la tierra… ¿el agua? Dejar que el agua fría recorra mis manos durante un lapso de tiempo indefinido. A veces eso también ayuda a refrescar la mirada. Y el cuarto elemento: el fuego. ¿Quién no ha dejado pasar las horas observando el flameante ardor de las llamas? Distraerse es lo que refresca. Dejar que nuestros sentidos se pierdan. Que hagan lo que deseen. Que se enfoquen en lo que prefieran. Dejarlos en libertad.

Haiku

La veo cautelosa
Como atrapada en si
No puede decir nada


Se lee impaciencia en su rostro
Interrupciones que molestan
Un vacío que resulta imposible de llenar

Llega el final
Ya no hay tiempo
El apuro no la ayuda a pensar

Nota de lector: "Mitos, emblemas e indicios" de Carlo Ginzburg

Me resulto muy interesante descubrir que había una relación entre el “método morelliano” que describe Ginzburg y el nacimiento del psicoanálisis. El método, cuyo objetivo es distinguir entre obras de arte auténticas y aquellas que no lo son, se basa en la observación de los detalles. Anteriormente se solía analizar las obras en su conjunto. Trataban de encontrar los rasgos característicos del autor observando las imágenes en su totalidad. Morelli en cambio, dejó al descubierto que en realidad lo propio de los artistas, lo que los diferencia de los demás, no aparece en la superficie. El sostiene que hay que buscar en los más mínimos detalles: la forma de las uñas, la conformación de las orejas, las pinceladas sueltas que caracterizan a los artistas más experimentados. Fue Morelli el que advirtió esos rasgos pictóricos (o indicios) que a la mayoría le eran imperceptibles.
Si se trata de asociar el paradigma indiciario con el tipo de conocimiento que se pone en práctica en el proceso de escritura, podemos decir que en todo escrito, se hallan rasgos de las influencias de aquel que lo produjo.
Cuando un escritor produce su trabajo, deja pistas para descifrar. Algunas veces lo hace intencionalmente y otras no. Esto se debe a que cuando uno escribe, pone en juego todos sus conocimientos. Cada lectura que hizo, cada opinión que escucho de otros… Todo se suma a la construcción de un trabajo escrito. No se trata de copiarse de otros, o de plagiar. Es lógico que cuando se escribe aparezcan ciertas características que remiten a otros escritores. El proceso de conocimiento, se basa en incorporar elementos que luego nos apropiamos de diversas maneras y utilizamos en nuestras producciones.