La consigna era entrevistar a alguien que cumpla un rol social significativo. Se me ocurrió entrevistar al Dr. Julián Bautista Blanco, un reconocido cardiólogo de Quilmes, que también se desempeña como médico clínico especialista en diabetes. Los médicos, aquellos que se encargan de preservar nuestra salud son, sin duda, personas que nacieron con la noble misión de dedicar su vida al cuidado de otros. Me resultó muy interesante poder ahondar más en la vida de una persona que se desempeñe en esa profesión.
El doctor Blanco nació en La Plata en el año 1947 pero vivió toda su vida en la ciudad de Quilmes. Ingresó al campo de la medicina a partir de 1970. Desde ese entonces se dedica exclusivamente a la atención de pacientes en su consultorio en medicina general y en cardiología. Vive con su esposa, con la que tuvo sus cuatro hijos.
Me recibe en su consultorio, con el característico guardapolvo blanco. Afuera se oye el sonido de los teléfonos que no dejan de sonar. En la sala de espera ya hay un paciente aguardando su turno, que se vio demorado unos minutos para que yo pueda realizar la entrevista. Saco mi grabador, lo coloco en su escritorio y comienzo con las preguntas que había preparado.
─ ¿Su carrera cómo afecta a su familia?
─Los afecta mucho. De mis cuatro hijos, tres siguieron con la carrera de medicina, de manera que ellos han vivido toda mi experiencia como médico desde el momento en que comenzaron a tener un poco de conciencia de la situación. Indudablemente influyó mucho, evidentemente les impactó en forma positiva.
─ ¿Lo veían a usted como un ejemplo?
─Claro, me veían de alguna manera como un ejemplo para poder seguir ellos, que lo siguen haciendo desde entonces, si.
─ ¿Usted cuándo comenzó a interesarse por la medicina?
─Me gustó siempre… desde el momento en que estaba pensando que carrera iba a seguir después de recibirme del secundario. Una vez que lo termine, a principios del año siguiente, ya estaba haciendo el curso de ingreso en la Facultad de Medicina en La Plata, donde me recibí a los seis años. Fue algo que siempre pensé, y nunca tuve duda sobre en ese sentido. Siempre estuve con esa idea.
─ Pura vocación...
─Si, me gustaba el tema a pesar de que en mi familia no hay ningún médico. Solo había algún amigo de mis padres médico, pero yo no tenía una relación importante con ellos como para tenerlos como experiencia. Fue una situación personal, puramente.
─ ¿Su familia siempre lo apoyó?
─Si, si. Siempre.
─ ¿Se interesó por alguna otra carrera?
─No, no. Alguna otra carrera que me podría gustar, no. Tal vez piloto de avión. Pero no… nunca llegue a concretar absolutamente nada de eso.
─ ¿Hubo alguna cosa que en ese momento le hubiese gustado hacer pero no hizo?
─ ¿Respecto a mi profesión?
─Si.
─No… yo estoy conforme con lo que hice porque estuve trabajando bastante para poder hacer conocimiento de lo que es la práctica médica. Estuve en el hospital trabajando durante muchos años. Después el trabajo y la actividad en el consultorio me fue sacando tiempo para ir al hospital, entonces de esa manera fui abandonándolo para después seguir en la práctica privada. Me mantengo actualizado a través de todo lo que son congresos y actualmente con Internet, que da toda la información de forma bastante rápida. La experiencia del hospital es importante en lo que refiere a emergencia, cuando hacía guardias, en el Hospital San Martín de la Plata, en la zona de cardiología.
─ ¿Qué siente cuando está con sus pacientes?
─ (se queda mirándome un rato) La posibilidad de ayudar a alguien que esta sufriendo algún problema. Básicamente creo que es lo que uno siente. Ayudar a hallarle solución a los problemas de alguien que viene a confiarte muchas veces, secretos importantes de su vida y que hacen a su enfermedad, a los cuales uno tiene que tratar de encontrarle de alguna manera, si es posible, alguna vía de solución para que esa persona pueda mejorar. Y a los que tienen enfermedades que son puramente orgánicas también. Siento que necesito ayudarlos para encontrar la mejor manera de que ellos puedan canalizar su afección de una manera mucho más normal. Cuando estamos frente a casos terminales de enfermos que ya no se pueden solucionar, lo que siento es esencialmente la necesidad de acompañarlo y de servirle un poco como apoyo y de contención para poder lograr que esa enfermedad no sea más fuerte de lo que ya es.
─Es difícil hacer eso.
─ (Sonríe) Y, no es fácil… no es nada fácil porque tenés que tener además de una actitud personal, una aptitud psíquica. Que de alguna manera te permita vivir una situación muy difícil de enfermedad de alguien, de alguna persona. Muchas veces uno los conoce desde hace mucho. Entonces eso también tiene importancia. Pero tratar de que ese problema no le signifique a uno un tormento o una situación de stress tan seria que le impida seguir haciendo las actividades normales con los demás pacientes. No es fácil. Requiere muchas veces de bastante práctica y de haber tenido experiencias en varias oportunidades para poder ir mejorando día a día.
─Se suele mezclar la vida personal con lo profesional…
─Claro! Porque en mi caso yo tengo gente que la conozco hace un montón de años. Yo estoy atendiendo ya a terceras generaciones de muchas familias: empecé con los que eran los abuelos, después seguí con los padres y ahora me siguen viendo los hijos, es decir, los nietos de los que fueron mis primeros pacientes. Entonces hay una relación muy grande entre todos ellos. Y bueno, esto es importante para tratar de entender y contener al que esta con problemas ¿no?
─Si, claro… Y cuando usted llega a su casa después de un día de trabajo, ¿Sigue pensando en los casos que ve acá o trata de relajarse?
─No, trato de relajarme y de descansar y de hacer alguna otra cosa como para poder servir de alguna otra manera. Poder hacer algo más en la familia o, en mi caso particular, yo pertenezco al Rotary Club de Quilmes, y es una institución que te permite hacer muchas actividades de servicio en la comunidad y entonces de esa manera uno además de que hace otra cosa, participa y de alguna forma también, a lo que vos vas con la pregunta esta… salirse de la rutina de todos los días para poder entonces limpiar un poco la mente y empezar de vuelta algo más limpio al día siguiente.
─Dígame, ¿usted siente que cuenta con el reconocimiento de sus pares?
─Si. Si, si… yo creo que muchas veces uno ve a través de los pacientes que vienen derivados por otros médicos porque creen que ya la experiencia, y los años de antigüedad han permitido que uno tenga un punto de vista más o menos equilibrado y entonces los envían a mi consultorio. Si, en ese sentido creo que si. Es importante y es notable la posibilidad de estar así, reconocido por los demás porque te lo demuestran. La gente te lo demuestra.
─ ¿Y esto qué le hace sentir? El respeto que sienten por usted.
─Me hace sentir (piensa) tranquilo y contento. Tranquilo en el sentido en que uno esta cumpliendo con la responsabilidad que tiene de una forma que es considerada por los demás como la mejor, por la forma buena de hacerlo. Y además, me hace sentir contento, porque bueno, es el reconocimiento de algo que uno viene realizarlo hace muchos años tratando de hacerlo con la mayor seriedad posible para que sea realmente una actividad de utilidad y de servicio para los demás.
─ ¿Se siente orgulloso de lo que hace?
─Si. Si, creo que es una profesión que te permite estar en contacto muy cercano con la gente. Tal vez ahora no solamente con los que sufren sino con los que sin tener ningún tipo de problema quieren ver como están o tratar de mejorar algunas cosas que haya que mejorar para hacer prevención para el futuro. Y entonces eso te da la posibilidad de que uno este en contacto con muchas personas que te demuestran que hay motivos como para que uno este contento de hacer esto que esta haciendo de la mejor manera posible.
─Bueno, yo recién le pregunté que siente respecto a lo que sienten los demás por usted, y ahora le quiero preguntar ¿A quién admira? ¿A quién respeta?
─ (Piensa) En la medicina yo tengo mucho respeto por el doctor René Favaloro. Creo que fue una personalidad de nuestro país que demostró que habiendo sido primero un médico de campo y luego un cirujano en una zona bastante inhóspita de nuestra patria como era donde el estuvo haciendo sus primeros pasos en medicina. Llegó a trascender, llegó a trabajar en los primeros niveles en Estados Unidos, y luego creando sistemas de tratamiento, como la cirugía de corazón, que permitieron salvar tantas vidas. Una humildad muy grande. Un sentido de responsabilidad muy grande tenía. Y lamentablemente la desconsideración de mucha gente que debería haberlo tenido más en cuenta, o haber cumplido con sus compromisos como debería haberlo hecho, hizo que tuviera que, lamentablemente, en un acto seguramente pensado por él, pero no lo hubiera decidido sino hubiera estado muy mal… ponerle fin a su vida. Creo que Favaloro debería ser el ejemplo de lo que hay que hacer en este país en cuanto a la medicina. Y también el ejemplo de lo que hay que tratar de cuidar en medicina para que no pasen las cosas que terminaron pasándole a él. Si los que tenían las responsabilidades de ayudarlo o de cumplir con sus compromisos no lo hicieron, esa gente también debería ser marcada como un muy mal ejemplo para nuestra sociedad, porque son los causantes de muchos males en nuestro país y que lamentablemente no tiene solución por ese motivo porque siguen vigentes los que hacen las cosas mal.
─ ¿Qué sintió usted cuando Favaloro se quitó la vida?
─Y (reflexiona) sentí una desazón muy grande porque uno no esperaba que Favaloro tomara una decisión así. Daba toda la impresión de ser una persona muy fuerte, y como todo ser humano también tenía su lado débil y bueno. Lamentablemente esa fue la realidad. Pero, fue una tristeza muy grande. Por dos motivos: primero por la muerte de Favaloro y segundo por los motivos que llevaron a que se suicidara, que demostró en que estado estaba la medicina argentina. O más que la medicina, la seguridad social y los sistemas de salud en la Argentina, que eran capaces de provocar una muerte tan absurda como la de Favaloro.
─No solo impresiono a la gente que tenía que ver con el campo de la medicina, sino a todo el mundo…
─Claro. Nadie se lo esperaba. Pero bueno, evidentemente venía cuidándose muy bien de no mostrar lo que estaba pasando, a pesar de que a la gente que estaba en obligación de saberlo se lo hizo saber. La situación en la que estaban ellos, la fundación. Y lamentablemente no lo ayudaron, o no cumplieron con su trabajo. En el sentido de hacer frente a los trabajos que ellos habían realizado.
─ ¿Cree que la sociedad le debe algo? ¿O usted a ella?
─ (Piensa) No. No, yo creo que estamos en paz. Yo por lo menos creo que estoy en paz con la sociedad. Además justamente trato de seguir trabajando. Yo no puedo olvidarme como llegue a ser médico. Yo estudie en la Universidad Nacional de La Plata que es pública. De alguna manera estoy cumpliendo con lo que era mi objetivo cuando quise ser médico: ayudar a los demás a vivir un poco mejor y a solucionar sus problemas desde el punto de vista de la salud. Así que no creo que en ese sentido, tenga ninguna deuda (sonríe).
─Bueno, muchas gracias
─No, por favor.
El Dr. Blanco comenzó a hacerme preguntas respecto al proceso de desgrabación de la entrevista. “No voy a alterarla demasiado”, prometí. Entre risas nos despedimos. La conversación había llegado a su fin. Los teléfonos volvieron a sonar. Me despidió amablemente y mientras me iba pensé que esta era la primera vez en la que yo hacía las preguntas a un médico: “¿Qué siente?”. Al principio pensé que sería mucho más cerrado con sus respuestas. Es un hombre seguro de si mismo, que ama su profesión. Dedica su vida a ayudar a los demás, no solo por su trabajo, sino también en su tiempo libre. La experiencia fue grata, y pude conocer algunos detalles de la vida de una persona que desempeña un rol social significativo. Y eso no se puede negar.
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